Un otoño calentito…, también en lo ambiental
Estrés en las planta de hoja caduca; estrés en las plantas de hoja perenne; estrés en la capacidad de los embalses necesitado de lluvias; estrés en los animales y en el ser humano. Estrés sin duda en el operativo contra los incendios forestales de nuestro país pues lo normal, tiempo atrás, era que el grueso del mismo se desactivara al finalizar septiembre, cosa que hoy es materialmente imposible por las condiciones a las que nos enfrentamos desde hace ya varios años.
La naturaleza se acerca a los escenarios de aquellos tiempos en que el C02 y otros gases de efecto invernadero colmaban la atmósfera y hacían a esta inviable para la vida animal y, en algunos casos, vegetal. No es para menos el escenario que hemos provocado pues extraemos aquellos combustibles fósiles del subsuelo que se encontraban sepultados, no por casualidad, si no gracias a la sabiduría de la tierra para que nuestra especie, animal, y otras pudieran desarrollar la vida en su faz. Y mientras despreciamos ese proceso natural “tirando cantos sobre nuestro propio tejado”. No será necesario que venga ningún cometa o meteorito a exterminarnos como así dicen los expertos que les ocurriera a los gigantes terciarios. Nosotros, los humanos racionales, somos muy nuestros para que otros vengan a destruirnos: tenemos dilatada experiencia en ello y lo sabemos hacer muy bien solos.
Hace unas semanas otros dos gigantes, de nuestra época, EEUU y China, causantes del 38% de las emisiones globales, ratificaron con el apretón de manos de sus dos principales líderes políticos, el acuerdo Internacional alcanzado en la cumbre de París, dentro de la XXI conferencia de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que yo digo «acelerado» o súper acelerado. Un acuerdo que no será jurídicamente vinculante, ni incorporado al Derecho de los Estados, hasta que sea ratificado por 55 países que produzcan más del 55% de los Gases de Efecto Invernadero.
Sin embargo, las cosas están como están y difícilmente vamos a poder modificar a corto plazo los impactos climáticos en el mejor de los casos a tenor de los elevados niveles de GEIS contenidos en la atmósfera; por ello debemos trabajar codo con codo para mitigar los efectos perniciosos de esta situación.
Y aquí cada uno ha de poner su grano de arena en ello, no solo reduciendo con nuestro esfuerzo y trabajo personas esas emisiones en la medida que podamos, si no que intentando proteger los sectores que mejor conozcamos y en los que podamos aportar ideas y propuestas que ayuden a ello.
Los espacios forestales son algunos de los ejemplos dónde está situación incide con más virulencia entre otros (si bien estos espacios a la vez son parte de la solución): periodos de ausencia de precipitaciones; aumento de las plagas; incendios, reducción de la posibilidad de corta en bosques maderables; daños directos a la biodiversidad; aumento de la profundidad de la capa freatica; lluvias torrenciales que hacen desarrollar el sistema radical más somero y luego le castigan a seguido con la sequía rompiendo las expectativas del equilibrio radical; etc.
Y decía que son la solución por su doble aspecto mitigador como sumidero del dañino carbono, por lo que por un lado ahora más que nunca debemos implementar soluciones que pasen por el desarrollo de nuestros bosques; y por el otro olvidarnos, como acertadamente se hace desde cuatro años, de solucionar y maquillar el problema a base de meter la mano en la cartera y derrochar miles de millones en derechos abstractos de emisión.
Los bosques precisan de gestión ahora más que nunca y esa gestión no sólo ha de reducirse a la producción maderera; los imprescindibles tratamientos selvícolas; las medidas estructurales de protección o el fomento de la producción no maderera directa. Todas ellas son medidas vitales muy importantes en lo referente a la necesaria y preventiva contra los incendios forestales. También son vitales en la fijación y secuestro del C02 que luego guardamos en nuestros usos madereros de la manera más permanentes posible. Pero defiendo y propongo que sean gestión silvícola que necesariamente han de complementarse con las prácticas ganaderas, principalmente extensivas, imprescindibles sobre las masas forestales.
No podemos entrar en el siglo XXI, siglo de la tecnología plena, pensando como lo estamos haciendo mientras leemos estas líneas, en el ganadero extensivo del morral y el zurrón. “Doctores tiene nuestra iglesia tecnológica y de las ideas” para solventar los problemas que tiene una profesión como esta que lo es de Luna a Luna, para adaptarla a las comodidades y dedicación, en la medida de lo posible, que caracteriza al siglo XXI. Soluciones que deben pasar por el CONVENCIMIENTO DE TODOS que la ganadería extensiva es fundamental en nuestro medio rural.
Dignifiquemos la figura del ganadero para que sea un oficio más atractivo, como fuimos y estamos siendo capaces de hacerlo con el oficio resinero. Adaptemos sus prácticas, modos y singularidad a los tiempos presentes. Todo ello sin quitarle mérito, que lo tiene y mucho a la ganadería estabulada, de la cual no me he olvidado en absoluto y de la que hablaremos en otro momento pues el medio rural siempre hay mucho que hablar…, y que solucionar.
Juan Carlos Álvarez, vocal GPP Comisión de Agricultura, Pesca y Alimentación del Senado